La misión que empezó en la calle y se consumó en la cárcel

«Deléitate en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón». Cada vez estoy más convencido de que esto que escribió el rey David y que figura en el libro bíblico de los Salmos se cumple siempre. Muchas personas piden a Dios y no reciben nada porque solo se fijan en la segunda parte del versículo y olvidan que la condición para que sus peticiones sean concedidas es «deleitarse en el Señor», es decir, amarle, seguirle y permanecer cerca de Él. Y aquí ocurre que si realmente cumples con la primera condición por lógica nunca pedirías cualquier cosa que simplemente te beneficie a ti, porque si de verdad alguien se «deleita» en el Señor lo primero que pedirá SIEMPRE es que sea la voluntad de Dios por delante de la suya, pues nadie mejor que Dios conoce lo que es realmente importante. En resumen, que al fin y al cabo parece ser que este pasaje de la Biblia tiene trampa, ya que las peticiones del corazón en alguien que se «deleita en Dios» no son más que la petición de que se haga la voluntad de Dios por encima de todo. Para tener una idea clara, yo resumiría la frase del salmista así: «Ama, sigue y permanece fiel en tu relación con Dios y así Él cumplirá su voluntad en ti (que, por cierto, es lo mejor que nos puede pasar)».

Pero vamos a la historia que nos concierne. Y es que estoy convencido de que las iraníes Maryam Rostampour y Marziyeh Amirizadeh ya eran conscientes de esto cuando a pesar de «deleitarse en el Señor» fueron encarceladas en una de las prisiones más brutales del mundo, la prisión de Evin, en Teheran.

Prisioneras de la fe

Maryam Rostampour y Marziyeh Amirizadeh fueron criadas en el Islam hasta que en su juventud decidieron voluntariamente poner en riesgo sus vidas para descubrir y abrazar la fe en Jesús. Pero no les bastó con creer. En 2005 se conocieron por primera vez mientras estudiaban Teología en Turquía. Allí mismo decidieron volver a Irán para juntas intentar transmitir el mensaje de Jesús a sus paisanos, hecho que según la ley islámica vigente en Irán les pudo (y les debió) costar la muerte, tanto por comunicar su fe como por haber renegado del Islam.

Es curioso porque dos meses (y recuerda lo de «dos meses») antes de ingresar en prisión en 2009 se sintieron incapaces de continuar comunicando el Evangelio como habían hecho durante los últimos años. Así lo explicó Maryam en una entrevista: «No podía dar ni siquiera un Nuevo Testamento a nadie. Sabíamos que algo iba a pasar, que iba a haber un cambio en nuestras vidas. Pensamos que quizá nuestra misión fuese a cambiar. No sabíamos que íbamos a ir a la cárcel. Después de ser liberadas escuchamos de boca de un policía de seguridad que nos habían estado vigilando durante dos meses antes de arrestarnos, pero no pudieron probar que estábamos repartiendo Biblias. Creemos que fue la protección de Dios«. Ésta fue, a mi manera de verlo, la señal o el «susurro» de Dios para, primero, hacerles confiar en que todo era parte de Su voluntad y, segundo, para ver su protección en el sentido de que si hubiesen tenido la misma pasión por repartir Biblias los dos meses anteriores a su arresto las pruebas contra ellas pudieron haberlas llevado a la pena de muerte.

Por si fuera poco, dentro de su deseo por que los suyos conocieran el mensaje que les había cambiado la vida a ellas, Maryam y Marziyeh siempre sintieron una especial compasión por las prostitutas, pero en Irán es muy difícil encontrar prostitutas en las calles, la gran mayoría están en la cárcel. Es triste que ocurriese así, pero el ingreso en prisión de las dos amigas supuso la esperanza para muchas de estas prostitutas. Y no solo para ellas, sino para muchos otros prisioneros y prisioneras que pudieron escuchar a través de ellas como la fe en Jesús les había cambiado la vida para bien. «Algunos dieron su corazón a Jesús y nos prometieron encontrar una Biblia cuando fuesen puestos en libertad, otros nos pedían orar por ellos«, dice Marziyeh. Incluso algunos de los prisioneros que en un principio las maltrataron y consideraron traidoras al final también acabaron acudiendo a ellas para pedirles oración. Y aquí puede que esté la clave: «No intentábamos enseñarles las reglas. Simplemente tratábamos de amarles«.

Para terminar y dar sentido a la reflexión del primer párrafo, me gustaría destacar otra de las frases de la entrevista, con algún inciso propio: «Antes de que nos encerraran pedíamos a Dios que nos mostrase a quien Él quisiera para hablar con esa gente -prueba de que Maryam y Marziyeh se «deleitaban en el Señor», pues buscaban a quien Él quisiera y no a quien ellas quisieran-. Pero el arresto y la prisión aumentaron esas oportunidades«. Petición concedida.