¡Tora, Tora, Tora!

Todo empezó en 1944 cuando a Jacob DeShazer le fue entregada una Biblia mientras luchaba por sobrevivir en un campo de prisioneros japonés. DeShazer era miembro del Bomb Group N.17 y fue uno de los ochenta partícipes de la operación Doolittle encargada de la venganza por el ataque japonés a Pearl Harbor donde más de dos mil norteamericanos murieron. Ese mismo día del ataque, dos años y seis meses antes de que DeShazer recibiera la Biblia en el campo de prisioneros, Mitsuo Fuchida, líder de las tropas aéreas del portaviones japonés Akagi, se dirigió desde el aire a los 182 aviones bajo su mando a grito de «¡Tora, tora, tora!», un mensaje encifrado que significaba el inicio del ataque sorpresa sobre la base estadounidense.

Me acuerdo cuando tenía once años y fui al cine con mi padre para ver Pearl Harbor. Sin duda, ha sido una de las películas que más me han impactado al verla proyectada sobre la gran pantalla. De entre todos los momentos de la película, para mí hay dos partes impresionantes que destacan claramente sobre el resto. La primera de ellas es cuando aparecen las escenas de los aviones militares japoneses sobrevolando los campos de la isla de Oahu (Hawai) mientras unos muchachos inocentes juegan al béisbol y amas de casa tienden la ropa tranquilamente, desconocedores de lo que está apunto de ocurrir; la segunda es la parte en que los aviones norteamericanos de la operación Doolittle, que venían de atacar sin éxito algunos puntos de Japón y sus islas, se quedan sin combustible y tienen que aterrizar de emergencia en las costas chinas ocupadas por Japón. Da la casualidad de que dos de los grandes protagonistas de estas escenas, Mitsuo Fuchida y Jacob DeShazer, son también los protagonistas de una historia de descubrimiento y cambio personal que bien podría llevarse a la gran pantalla y que no lo hará porque, de ser así, la película debería girar en torno a un ser demasiado controvertido para nuestros tiempos: Jesús.

Jacob DeShazer

Después de caer en tierra enemiga, 69 de los soldados de la operación Doolittle se pusieron a salvo en aldeas chinas y escaparon como mejor pudieron (se estima que los japoneses mataron a 250.00 civiles chinos por haber ayudado a escapar a los soldados americanos). Sin embargo, ocho de ellos fueron capturados por las milicias niponas. De estos ocho, tres fueron ejecutados y los otros cinco fueron hechos prisioneros y sometidos a hambre y tortura. Jacob DeShazer era uno de estos últimos. Pasó tres años y medio sobreviviendo en condiciones infrahumanas, pero nunca perdió la esperanza porque, de hecho, esta esperanza había llegado a él en medio de su tormento.

DeShazer pidió repetidas veces a los guardias de la cárcel que le consiguieran una Biblia, deseo que le fue concedido por unas pocas semanas en mayo de 1944. «Empecé impacientemente a leer sus páginas. Descubrí que Dios me había dado nuevos ojos espirituales y que cuando miraba a los oficiales y guardias enemigos que nos habían privado de comida y golpeado tan cruelmente, encontré que mi amargado odio por ellos cambió hacia una compasión amorosa. Me di cuenta de que estas personas no sabían nada acerca de mi Salvador y que si Cristo no está en el corazón, ser cruel es algo natural». Extraño escuchar estas palabras de alguien que, cuando conoció la noticia del bombardeo de Pearl Harbor, proclamó enfurecido «¡los japoneses van a tener que pagar por esto!». En agosto de 1945, con el fin de la guerra, DeShazer y sus compañeros fueron puestos finalmente en libertad.

Mitsuo Fuchida

Mitsuo Fuchida había sido uno de los pilotos con mayor destreza de todo Japón. No solo era hábil esquivando los disparos del enemigo, sino especialmente esquivando la muerte, algo que no cambió desde el ataque a Pearl Harbor. «De repente, fue como si una mano gigante se hubiera aplastado contra mi avión. Un enorme agujero apareció en la banda de babor. El mecanismo de dirección se dañó, pero, antes de regresar al portaviones, me las arreglé para dejar caer dos bombas en el USS Maryland», dijo Fuchida en una entrevista sobre el ataque a la flota americana. «Durante la guerra, me encaré a la muerte en tres ocasiones. En una estaba volando entre Formosa (ahora Taiwán) y China y fui informado de que estábamos perdidos y que solo nos quedaban diez minutos de combustible. Estábamos volando sobre el mar cuando se acabó el combustible y chocamos contra el agua cerca de un junco chino. En otra ocasión hice un aterrizaje de emergencia en la selva. Un tercer encuentro con la muerte fue durante la batalla de Midway. Después de aplicarme cirugía, fui puesto en una hamaca dentro del portaviones Akagi cuando éste fue atacado por aviones americanos. Ese lado del barco en el que estaba recostado fue volado por una bomba. Caí al oceáno y fui recogido por uno de los destructores«. Pero ahí no acaba la cosa. Mitsuo Fuchida estuvo en Hiroshima justo un día antes de que cayese la bomba atómica que mató a cerca de 100.000 personas residentes en la ciudad nipona.

Todos estos eventos quedarían guardados en el corazón de Fuchida. De los setenta oficiales presentes en el ataque a Pearl Harbor, él era el único superviviente. Además, después de la guerra se retiró a una granja en Japón y el contacto con la tierra y la naturaleza le hicieron preguntarse sobre Dios y el sentido de la vida. En octubre de 1948, en la estación de tren de Tokyo, Fuchida recibió un panfleto de parte de un americano que tenía como título «Fui prisionero de Japón». Era la historia de Jacob DeShazer y cómo su odio por los japoneses se había convertido en amor por medio de su fe en Jesús. Poco después empezó a interesarle lo que pudiese haber en ese libro que llamaban Biblia. Consiguió una y empezó a leer hasta que su corazón se paró en el pasaje de Lucas 23:34 cuando leyó a Jesús decir «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». «¡Éstas fueron las palabras de Jesus en la cruz mientras oraba por las personas que le estaban matando!», dijo Fuchida en la entrevista (enlace disponible abajo). En ese momento empezó a entender reacciones como la de DeShazer y otra historia que le habían contado de una mujer que trataba con amor a los prisioneros japoneses en Estados Unidos. Dice Fuchida que fue ese mismo día, al leer ese pequeño fragmento de la Biblia, que decidió convertirse en «seguidor de Jesús».

Algo más que un libro

Jacob DeShazer y Mitsuo Fuchida se conocieron personalmente en 1950 y compartieron a lo largo de los siguientes años muchas historias juntos, pues desde que sus vidas cambiaron los dos participaban de un mismo objetivo: dar a conocer el poder de transformación de Jesús. Quién lo hubiese dicho en diciembre de 1941, pero eso que algunos llaman destino y que yo llamo Dios logró transformar y unir al líder aéreo del ataque a Pearl Harbor y a uno de los partícipes en la operación Doolittle. Todo gracias a una simple Biblia que llegó a las manos de DeShazer un día de mayo de 1944. Y es que, como ya dijo el apóstol Pablo, «el evangelio de Cristo es el poder de Dios para salvación a todo aquel que cree» (Romanos 1:16). Pero, para mí, si hay un pasaje de la Biblia en el que mejor se define el poder que parece nunca desaparecer de la Palabra de Dios, éste se encuentra en el libro de Hebreos: «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos, y penetra hasta partir el alma y el espíritu, y las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hebreos 4:12).

Si quieres leer la historia de Mitsuo Fuchida contada por él mismo, haz click aquí

Fuentes: Christianity Today, New York Times, Decision Magazine, Jacobdeshazer.com