También puede haber paz para los malvados

«La prisión puede terminar de destruir a un ser humano, pero también llegar a ser el semillero de un renacimiento». Así es como empieza el artículo dedicado al recluso José Emilio Suárez Trashorras, el suministrador de explosivos del 11-M, dentro de la serie dedicada por el periódico de mayor difusión en Asturias, La Nueva España, al 10 aniversario de los atentados. Una frase muy acertada y que nos podemos aplicar todos nosotros. Si bien el ejemplo de Trashorras no se puede extrapolar a otras personas, sí es cierto que todos vivimos en ciertos momentos de nuestras vidas en algún tipo de prisión personal que, como bien dice el autor del artículo, puede destruirnos o levantarnos. Depende de nuestra elección.

José Emilio Suárez Trashorras eligió levantarse, renacer, dar paso a una nueva vida. No le frenó el haber sido uno de los principales implicados en la matanza de 191 personas, ni el hecho de estar condenado a 34.715 años de cárcel por vender los explosivos (aunque no fuese consciente del uso que les iban a dar), ni tampoco su vida pasada de drogas, prostitutas y malas compañías en general. En un momento de su vida, en su celda de la cárcel cántabra de El Dueso, se encontró ante una puerta que decidió abrir y tras la que se encontró a Aquel que dijo: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos» (Lucas 4:18).

José Emilio decidió rendir su vida a Cristo hace ya algunos años. Según su testimonio de fe que publicó en una revista cristiana y que recoge un artículo de La Nueva España, a pesar de nacer en una familia católica practicante, el exminero asturiano siempre ignoró la importancia de Dios, Jesús y la Biblia. Siempre hasta que fue trasladado a la cárcel de El Dueso. Ahí empezó a asistir a las reuniones que organiza la Asociación Evangélica Nueva Vida, que se encarga del cuidado espiritual de los reclusos y desarrolla programas de reinserción social y laboral para los internos que terminan su tiempo en prisión.

«El primer día, un voluntario me habló y me dio su testimonio. Eso no se podía negar, no podía negar que la palabra de Dios había hecho efecto en una persona y había cambiado su vida, que a lo mejor se podía parecer bastante a la mía, también podía cambiar la mía. Empecé a escuchar y vi que nada de lo que me decían me podría hacer daño», dice Trashorras. A partir de ese día, su interés en Dios fue creciendo: «Empecé a escuchar la palabra, y a leer mi biblia, ilusionado, y vi que funcionaba porque empecé a pedirle cosas a Dios y me contestaba las cosas que le pedía». Suerte que Dios es más misericordioso que los jueces humanos y no se niega a ayudarnos si le pedimos ayuda, por mucho mal que hayamos causado.

Ahora, aunque sigue sintiendo «mucha pena y mucho dolor», José Emilio es capaz de hablar de paz: «Quería tranquilidad y la he tenido». Y lo más importante y fascinante es que no pierde la esperanza: «No conozco a muchos creyentes, pero los que conozco me dicen que Dios tiene un propósito para mí, y yo sé que lo tiene porque mi vida ha cambiado».

José Emilio es hoy en día uno de los pilares espirituales en la cárcel de El Dueso, y también intelectuales ya que ganó el segundo premio del concurso de relatos cortos «Ángel Guerra» de la Fundación Mapfre y el centro penitenciario de Salto del Negro (Las Palmas), con miembros del jurado como Maruja Torres. Aunque tiene asumido que pasará muchos años más en prisión, su reconocimiento de los hechos, su arrepentimiento y el haber pedido perdón a las víctimas, le han permitido obtener el segundo grado, que le permite una vida más normalizada dentro de la cárcel. Asimismo, en diez años tendrá la opción de cambiar de régimen, por lo que podría empezar a disfrutar de permisos de hasta 36 días por año.

Hablar desde la experiencia

Qué importante es escuchar hablar desde la experiencia. No fue lo que ha salvado a José Emilio, porque ese ha sido Jesús, pero sin duda, el haber escuchado a otras personas hablar de su experiencia en la fe ha sido una semilla importante para hacerle ver la posibilidad de un Dios que le ama a él y a todos y que desea que nos dirijamos por su camino: el camino marcado por la muerte y resurrección de Jesús. «Un voluntario me habló y me dio su testimonio, eso no se podía negar…». Exactamente eso que dice José Emilio es el corazón de este blog. La experiencia no se puede negar. Se puede debatir horas y horas sobre ideas filosóficas y teológicas, pero cuando alguien habla desde la experiencia no se puede debatir ni contraargumentar. Se puede pensar que esa persona esta loca, que su mente le ha jugado una mala pasada, pero no se puede negar que ha vivido lo que dice que ha vivido. Si decimos que Jesús ha transformado nuestras vidas, nos podrán tomar por locos, pero no podrán negar que nuestras vidas han cambiado desde el mismo momento en que empezamos a creer y conocer verdaderamente a Jesús.

Fuentes: La Nueva España, Protestante Digital.

Alas de Pascua

¡Feliz Semana Santa! En realidad, pienso que la Semana Santa será uno de los peores testigos, al menos para España, en el Día Último: a muchos invalidará el argumento de que nunca escucharon de Jesús, a otros tantos acusará de que celebrándola nunca se interesaron por Él, le conocieron y le creyeron, y solo a los poquitos que queden les felicitará por haberse esforzado en celebrarla los 365 días del año.

Aún así, ¡Feliz Pascua! Y para celebrar la victoria de Jesús sobre la muerte, además del video de arriba, os dejo este poema del poeta inglés del siglo XVII George Herbert: «Easter Wings» (Alas de Pascua). En este poema, donde la palabra clave parece ser «victoria», George Herbert juega con la estructura del poema, que dándole la vuelta parece adquirir la forma de dos aves con las alas extendidas. El poema original en inglés lo podéis encontrar aquí.

EASTER WINGS

Señor, que creaste al hombre en riqueza y provisión,

Aunque neciamente lo perdiera,

Deccayendo más y más,

Hasta hacerse

Más pobre:

Contigo

Déjame elevarme

Como alondras armoniosamente,

Y cantar en este día tus victorias:

Entonces la caída lanzará el vuelo en mí.

.

Mi tierna edad en tristeza empezó

Y con enfermedad y vergüenza.

Tú castigaste mi pecado,

Que me convertí

Más grácil.

Contigo

Déjame unirme,

Y sentir tu victoria:

Pues, si poso mi ala en la tuya,

La aflicción avanzará el vuelo en mí.

 

La peor pesadilla de los yihadistas

Sueño Jesús Islam musulmán cristiano

Rayhan ingresó en 1991 en una organización terrorista en Oriente Próximo que tenía como objetivo la creación de un estado islámico y, por supuesto, la Yihad, es decir, la lucha islámica contra los «infieles», especialmente los judíos y los cristianos… ¡Alto! Aquí me gustaría hacer un inciso…

Parece muy de moda, al menos en Europa, eso de afirmar que los verdaderos musulmanes no defienden esta lucha sangrienta llamada Yihad. Si le preguntaran a ex musulmanes como Ergun Mehmet Caner, autor de Desenmascaremos el Islam, o a Mosab Hassan Yosef, entre otros, les dirían que se equivocan grandemente. Según ellos y otros tantos que también han vivido y estudiado profundamente la religión musulmana, los que dicen que la Yihad es solo cosa de fanáticos ignoran las verdaderas enseñanzas del profeta Mahoma y el Corán, pilar básico del Islam. En resumidas cuentas, lo que dicen expertos como ellos es que la sangrienta Yihad es una órden para todos los musulmanes y si es parte de los más radicales es solo porque ellos conocen mejor su religión. Por otra parte, también es verdad que en el Corán no todos están obligados a participar de la Yihad, basta con que lo haga 1 de cada 10 (por poner un ejemplo). Así que si un musulmán en Nigeria no está matando a cristianos puede estar tranquilo porque Boko Haram ya lo está haciendo por él, y no tendrá por qué rendir cuentas en el cielo islámico.

Entre las partes del Corán donde Mahoma incita a la Yihad, destaca la sura 2:191: «Matadles donde deis con ellos, y expulsadles de donde os hayan expulsado. Tentar es más grave que matar«. También la sura 2:216 dice: «Se os ha prescrito que combatáis aunque os disguste…»

¡Pero! Dicho esto, no queda para nada fundamentado el odio que se ha sembrado hacia los musulmanes dentro de algunos círculos cristianos y, en este caso, ese odio sí que no está para nada respaldado por nuestro Dios. Jesús ya lo dijo todo al ordenar a sus seguidores: «Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen…». Y por si no queda claro, Él sigue dándonos ejemplo a día de hoy y, como verás en esta historia, hace lo que haga falta para no dejar que su luz se apague en un entorno tan hostil para el mensaje de amor y salvación que, no lo olvidemos, también va dirigido a ellos, los musulmanes.

Ahora sí… la historia de Rayhan

Como decía, Rayhan (pseudónimo) se hizo parte de una organización yihadista a principios de la década de los 90. Escogí su relato porque fue el que me abrió los ojos a esta realidad (y porque el vídeo es una pasada), pero su historia es la de muchísimas personas en Oriente Medio y otras regiones de fe islámica donde tener una Biblia te puede suponer la pena de muerte. Quizá por eso Dios tenga que buscar formas insospechables para no permitir que el nombre de Jesús caiga en el olvido en esos países.

Con la decisión que tomó, Rayhan se puso a las órdenes de los terroristas, pudiendo acabar con su vida cualquier día en un ataque suicida. Un día encontró a algunos cristianos y les pidió que le dieran los libros que estaban repartiendo para saber cómo luchar contra ellos. Rayhan empezó a leer la Biblia y otros materiales que le habían dado. Le gustó.  Y, entonces… tuvo el sueño.

«Era un lugar donde todos los profetas estaban sentados sobre caballos, a unos 200 metros de mí. Corrieron hacia mí. Y pregunté: ¿Quién es éste? Abraham; ¿Y quién es este otro? Jacob; ¿Y éste? Este es Isaías… Y entonces pregunté: ¿Y quién es éste? Y dije: Oh, este es Jesús. Dije: ¡Este es Jesús! ¡Yo estaba muy emocionado, muy feliz…! Y cuando se quitó el velo de su rostro, me llené del Espíritu Santo. Me sentí fuerte, y empecé a gritar: ¡Jesús, Jesús, Jesús! Era increible. Esa alegría y esa fuerza en mi corazón… Y reí y reí… Y me desperté del sueño, y mi almohada estaba llena de lágrimas…»

Después de eso, Rayhan preguntó a algunos amigos cómo podía seguir a Jesús. Le dirigieron a una iglesia donde oraron por él y decidió definitivamente hacerse seguidor de Cristo, aun a pesar del sufrimiento y el peligro que eso le suponía.

Ahora, Rayhan es capaz de hablar de esta forma de las mismas personas que desean su muerte:

«Tengo mi corazón lleno de amor por el pueblo islámico, porque realmente son buenas personas. Pero no tienen amor en sus corazones, están vacíos. No conocen a Dios. Necesitan la Verdad. Necesitan amor real»

Vera Yakovlena: Dios la salvó de una muerte tonta

Aunque la siguiente historia va en una línea parecida al anterior post, tenía en el corazón escribir algo relacionado con Ucrania. Así que después de buscar un poco he encontrado esta hermosa historia de una mujer ucraniana que vivió de primera mano la protección de Dios allá en los años que siguieron a la II Guerra Mundial.

El relato de Vera Yakovlena ya hubiese caído en el olvido si no fuera porque (Dios mediante) se lo contó en primera persona a Sabina Wurmbrand, fundadora junto a su esposo Richard de la organización Voice of the Martyrs, que trabaja para dar voz a los cristianos perseguidos.

Un día de finales de 1947, en su casa de Rumanía, Sabina escuchó que alguien tocaba la puerta. Al abrir, se encontró con Vera Yakovlena, una doctora ucraniana a la que escasamente conocía. Vera entró y le contó a Sabina cómo los rusos estaban llevando cristianos a los campos prisioneros de Siberia. Ella misma había sido prisionera en Siberia, una de las pocas personas que logró volver. En la prisión rusa, entre otras cosas, fue castigada en una ocasión por haber hablado de Cristo a otros prisioneros y la hicieron aguantar horas descalza sobre el hielo.

Un día, triste por su situación, Vera salió al patio para estar sola. Sin darse cuenta, sobrepasó la zona prohibida, lugar en el que los guardias tenían orden de disparar a toda personas que lo cruzase. Entonces, sin esperarlo, un guardia le gritó:

– ¡Oye! ¿Es tu madre cristiana?

En ese momento, Vera había estado pensando precisamente en su madre. Aterrada, preguntó:

– ¿Por qué lo pregunta?

– Porque hace diez minutos que te observo, pero no he podido dispararte – respondió el guardia -. No puedo mover el brazo. Pero está sano, lo he estado moviendo todo el día. Así que he imaginado que debes tener una madre orando a Dios por ti. Corre y regresa, yo miraré en otra dirección.

Más tarde, ese mismo día Vera volvió a ver al guardia. Éste, al verla, levantó su brazo y sonriendo le dijo: «Ahora puedo moverlo otra vez».

Aunque metamos la pata…

No me atrevería a decir qué pasa con todos aquellos que han elegido una vida sin Cristo, pero lo que sí puedo decir es que los que hemos puesto nuestra esperanza en Él contamos desde ya con su protección. Ya no decidimos nosotros, sino Él. Si Él dice «hasta aquí», será hasta aquí. Pero lo mejor es saber que si Él dice que no se nos toque, por mucho que metamos la pata como le pasó a Vera cuando cruzó tontamente la línea prohibida, nadie nos tocará.

Como dice la Biblia (Proverbios 2:8): «Él guarda las veredas del juicio, y preserva el camino de sus santos».

Fuentes: Hearts of Fire, Extreme Devotion

La «suerte» de Corrie Ten Boom

Corrie Ten Boom El Refugio Secreto

¿Coincidencia? ¿Suerte? ¿Casualidad? Se dice que los cristianos no creemos en las casualidades. Corrie Ten Boom, desde luego, no lo hacía. A pesar de sufrir personalmente las atrocidades de los campos de concentración nazis, no se rebeló contra Dios ni dejó de confiar en sus caminos, sino que su fe incluso aumentó en los momentos de mayor dificultad. Gracias a su amor por Dios, Corrie Ten Boom vio con sus propios ojos lo que para ella no era otra cosa más que la fidelidad y amor de Dios para los que creen en Él. Uno de los muchos episodios en que Corrie experimentó la protección de Dios fue tres días después de llegar junto a su hermana Betsie al campo de concentración alemán de Ravensbruck.

Era de noche y los guardas alemanes llevaron a Corrie, Betsie y otras mujeres al edificio donde se encontraban las duchas. Las dos hermanas escondían consigo dos objetos que preciaban mucho: un tarro de vitaminas que Betsie necesitaba y una Biblia. Al entrar en una de las salas vieron como los guardias hacían a las mujeres desprenderse de sus ropas y posesiones antes de entrar en la ducha y luego, al salir, éstas lo hacían vestidas con un fino uniforme de algodón. Al ver esto, Corrie pensó en la Biblia y oró a Dios: «Querido Dios, tú nos has dado este libro precioso…». De repente se dio cuenta de que su hermana estaba pálida y necesitaba hacer de vientre. Entonces un guardia pasó a su lado y Corrie le preguntó si podían usar los servicios urgentemente, a lo que el guardia les mandó que fueran a las duchas y usaran los orificios del suelo. Una vez allí, todavía vestidas y con la Biblia escondida bajo su ropa, se encontraron totalmente solas y, «casualidades de la vida», en uno de los lados de la habitación había un banco de madera perfecto para esconder detrás la Biblia y las vitaminas envueltas en el suéter de Betsie, y ahí las dejaron. Cuando volvieron a las duchas, ya sin sus viejas ropas y acompañadas de las mujeres de su turno, Corrie cogió lo que había escondido y salió con el uniforme puesto y escondiendo el suéter, la Biblia y las vitaminas por dentro de la parte del cuello.Según cuenta ella en su libro:

«Hacía un bulto que podría haberse visto a través de un mercado. Lo aplasté lo mejor que pude, empujándolo hacia abajo, tirando el suéter alrededor de la cintura, pero no había manera de ocultarlo bajo el fino vestido. Y todo el tiempo tuve la sensación increíble de que eso no importaba, de que no era asunto mío, sino de Dios. Todo lo que tenía que hacer era caminar en línea recta. Mientras salíamos de las duchas, los hombres de las S.S. pasaron sus manos sobre cada prisionera: delante, atrás y a los lados. La mujer enfrente de mí fue cacheada tres veces. Detrás de mí, Betsie también fue cacheada. Ninguna mano me tocó a mí».

La razón detrás de la «suerte»

Por un instante, Corrie pareció volverse invisible para los soldados. No le prestaron la más mínima atención, ni a ella ni al inconfudible bulto que colgaba de su cuello en el interior del vestido. Más tarde, esa Biblia les significó la vida misma a las dos hermanas y al conjunto de mujeres con quienes la pudieron compartir:

«Desde la mañana hasta que apagaban las luces, siempre que no estuvíesemos en filas para pasar lista, nuestra Biblia fue el centro de un círculo cada vez más amplio de ayuda y esperanza. Como niños abandonados y agrupados alrededor de un fuego ardiente, nos reuníamos alrededor de ella, extendiendo nuestros corazones a su calor y su luz. Cuanto más negra la noche crecía sobre nosotros, más clara y verdadera y bella ardía la palabra de Dios. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?… Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (La Biblia en Romanos 8:35-37

¿Coincidencia? ¿Suerte? ¿Casualidad? No para Corrie Ten Boom. ¿Y para ti?

Fuentes: «El Refugio Secreto», por Corrie ten Boom. Abajo se puede ver la película de 1975 basada en el libro.

También los demonios creen

Me gustaría contaros la historia personal que escuché de boca de un joven llamado Robert hace ya dos años. Le conocí cuando, estando de voluntario en una casa-refugio para hombres sin hogar, me enviaron a mí y a un compañero a ayudar en las tareas del invernadero de la casa. Robert no era un sintecho, simplemente era el humilde encargado del invernadero. Mientras separábamos los gusanos de la tierra, Robert nos contó la historia de su vida. Sobrecogedora. Tanto que lo dejé por escrito. Pero antes permitidme poneros en contexto con una cita:

«Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes», Efesios 6:12 (La Biblia).

Creo que será mejor que escriba la historia con las palabras que utilicé el día que la escuché:

«…Esta historia me ha llegado al corazón. Este chico (Robert), que se le ve bastante joven y simpático, y gracioso, nos ha contado cómo se metió en busca de la magia negra y los juegos espiritistas. Eso le llevó a meterse en grupos satánicos, y bastante en serio. Se leyó la biblia satánica y cada vez que se encontraba con un creyente hacia todo lo posible para hacerle creer que Dios no existía. Paradójicamente, meterse en eso le hizo ver más claramente que Dios sí existía, supongo que porque, como nos contaba, veía cómo el demonio realmente daba poder a las personas, poder de verdad para mover objetos y otras cosas. Lamentablemente, no entendí la parte en que contaba cómo decidió entregar su vida a Cristo. Algo dijo sobre que leer la Biblia le traía paz y una sensación de verdad inexplicable. Sea de la manera que sea, es maravilloso ver cómo el Señor cambió su vida y le demostró que estaba en el lado equivocado. También nos contó cómo antes disfrutaba de muchas posesiones materiales que ahora no tienen ningún valor para él, y que ya no las necesita. Nos contaba cómo ahora su vida es feliz, mientras que en su pasado satánico era de todo menos feliz. Ha sido toda una bendición para mí ver cómo una persona tan metida en el mundo espiritual y que ha vivido en los dos bandos de la batalla, ahora sirve al Señor humildemente como encargado de un invernadero en un hogar cristiano de acogida. Es una vida totalmente escondida en Cristo. Nos lo hemos pasado muy bien Kyle y yo con él esta mañana, y también…»

A la luz de la Biblia, la historia que conocemos discurre paralelamente a otra historia que no envuelve carne ni sangre, pero cuya guerra invisible afecta directamente a nuestro mundo visible. Es lo que algunos cristianos llamamos «guerra o batalla espiritual». Por un lado, Dios intentando hacer que los humanos den media vuelta para dirigirse a Él. Por el otro, Satanás y sus sirvientes engañándonos para que sigamos por el mismo camino que conduce al precipicio. Los ataques de estos últimos son la mayoría de veces sutiles, por pura lógica: «el mayor truco del diablo es convencer al mundo de que no existe», como diría Kevin Spacey en Sospechosos Habituales. Sin embargo, no sé si planificado o por descuido, parece que al diablo a veces se le ve el plumero. Es el caso, por ejemplo, del mundo satánico en el que se involucró Robert y del cual, afortunadamente, escapó en la buena dirección.

La historia de Robert me ha venido a la cabeza tras escuchar otro testimonio relacionado con los grupos satánicos. Si quieres verlo, aquí está (en inglés):

La tregua de Navidad de 1914

Para empezar, decir que este post no narra ningún «susurro de Dios» en concreto, pero me parecía oportuno en estas fechas navideñas añadir algo relacionado con la Navidad. Y dado que Dios obra en Navidad de la misma manera que lo hace en el resto de meses del año, para qué dar lugar a la malinterpretación. Así que esta historia no contempla una intervención directa de Dios, aunque en realidad, eso mejor dejarlo a tu propio juicio.

Se trata de la tregua de Navidad de 1914. Si nunca has oído hablar de ella, te haré saber que era la víspera de Navidad de 1914. A un lado, bajo las trincheras del frente occidental, los soldados alemanes, y a 100 metros de ellos los británicos y los franceses. Por detrás de las decoraciones navideñas que habían colocado los alemanes a la vista de los enemigos empieza a sonar «Stille Nacht» (Noche de Paz) por parte de un tenor hecho soldado. Al cántico se unen los británicos y se producen acercamientos, hombres que empiezan a cruzar Tierra de nadie sin ser disparados. Así empieza la emblemática tregua de Navidad de 1914.

Si quieres conocer el resto de la historia, te recomiendo que veas Feliz Navidad (Joyeux Noel), la magnífica película de 2005 creada por Christian Carion y protagonizada por Diane Kruger, Benno Fürmann y Daniel Brühl, entre otros. Un film perfectamente dirigido para apelar a los sentimientos y a la reflexión. Al menos conmigo lo ha hecho y por eso que estoy escribiendo aquí. Ver como las mismas personas que horas antes se estaban matando entre ellos de repente se unen juntos para celebrar la Navidad, compartir regalos, celebrar misa, recuperar a los caídos. Pero, sobre todo, ver como esas mismas personas poco a poco empiezan a darse cuenta de lo tremendamente irónico de la situación, de lo mucho que comparten entre ellos mientras los gordos en el poder juegan con sus vidas en el frente, de las familias y las historias personales que empiezan a compartir entre ellos y que verán su fin si siguen con la guerra. Ver como tras finalizar la tregua esos hombres se ven incapaces de disparar al enemigo, puesto que ya no son enemigos, sino amigos. Tal imagen invita, y mucho, a la reflexión.

Un fuego en mitad del invierno

Amigos y enemigos. Guerra y paz. Calor e invierno. Tales conceptos se confundieron como una misteriosa neblina en esa víspera de Navidad de 1914. Un vivo retrato de la naturaleza incoherente del ser humano. «Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos…», dijo Jesús. Siendo malos, sabemos dar buenas dádivas. El mal está en nosotros, pero también el bien. Todo se confunde, como al principio, antes de que el mundo fuera mundo, cuando Dios separó la luz de las tinieblas (Génesis 1:4). Del mismo modo, la humanidad vive en una mezcla de bien y de mal, de luces y de sombras que necesitan ser separadas… por Dios. Y esto puede entenderse también a nivel individual, pues cada uno escondemos dentro de nosotros esa confusa neblina de luz y tinieblas. Jesús también dijo: «El reino de Dios entre vosotros está». Lo único capaz de separar fuerzas tan opuestas y a la vez tan arraigadas en nuestro corazón está a nuestro alcance, pero sigue siendo imperceptible a los ojos humanos. A ello solo se llega con el espíritu y sin ello nuestras treguas de Navidad seguirán siendo la excepción y nuestras vidas permanecerán en pie de guerra.

Es curioso. Uno de los momentos centrales de la película es la misa oficiada en Nochebuena por un párroco británico que reúne a todos los bandos en Tierra de nadie. Cuando la misa termina y los soldados vuelven a las trincheras, el párroco habla con el teniente británico: «Esta noche esos hombres acudieron al altar como un fuego en mitad del invierno». Simplemente hermoso. Ojalá muchos de esos hombres no vieran su fuego apagado por el invierno del corazón humano, pero la verdad es que el único capaz de mantener esa llamarada viva es el mismo cuyo nombre resonaba en el aire a lo largo de toda la tregua de Navidad. Desde el «Stille Nacht» con el que se inició todo, hasta la misa de Nochebuena, pasando por el motivo central de la Navidad o el Salmo 23 leído en los entierros en Tierra de nadie. Él también estuvo presente en la tregua. Jesús, el verdadero Jesucristo, y no el que algunos pretendieron y pretenden dibujar. Como por ejemplo el sacerdote que en la película, tras la tregua, ordena al párroco británico su retirada por haber reblandecido el ánimo de de las tropas, a lo que el párroco le contestó: «Creo sinceramente que nuestro señor Jesucristo me guió en la que fue la misa más importante de mi vida. Traté de ser digno de su confianza y transmitir su mensaje a todos, fueran quienes fueran». Acto seguido, el párroco se marcha y el sacerdote oficia ante los nuevos soldados una misa donde desvirtúa descaradamente el mensaje de Jesucristo en favor de la guerra.

Pero ese, me temo, es otro debate. De momento, te dejo con este fragmento precioso de la película.

La misión que empezó en la calle y se consumó en la cárcel

«Deléitate en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón». Cada vez estoy más convencido de que esto que escribió el rey David y que figura en el libro bíblico de los Salmos se cumple siempre. Muchas personas piden a Dios y no reciben nada porque solo se fijan en la segunda parte del versículo y olvidan que la condición para que sus peticiones sean concedidas es «deleitarse en el Señor», es decir, amarle, seguirle y permanecer cerca de Él. Y aquí ocurre que si realmente cumples con la primera condición por lógica nunca pedirías cualquier cosa que simplemente te beneficie a ti, porque si de verdad alguien se «deleita» en el Señor lo primero que pedirá SIEMPRE es que sea la voluntad de Dios por delante de la suya, pues nadie mejor que Dios conoce lo que es realmente importante. En resumen, que al fin y al cabo parece ser que este pasaje de la Biblia tiene trampa, ya que las peticiones del corazón en alguien que se «deleita en Dios» no son más que la petición de que se haga la voluntad de Dios por encima de todo. Para tener una idea clara, yo resumiría la frase del salmista así: «Ama, sigue y permanece fiel en tu relación con Dios y así Él cumplirá su voluntad en ti (que, por cierto, es lo mejor que nos puede pasar)».

Pero vamos a la historia que nos concierne. Y es que estoy convencido de que las iraníes Maryam Rostampour y Marziyeh Amirizadeh ya eran conscientes de esto cuando a pesar de «deleitarse en el Señor» fueron encarceladas en una de las prisiones más brutales del mundo, la prisión de Evin, en Teheran.

Prisioneras de la fe

Maryam Rostampour y Marziyeh Amirizadeh fueron criadas en el Islam hasta que en su juventud decidieron voluntariamente poner en riesgo sus vidas para descubrir y abrazar la fe en Jesús. Pero no les bastó con creer. En 2005 se conocieron por primera vez mientras estudiaban Teología en Turquía. Allí mismo decidieron volver a Irán para juntas intentar transmitir el mensaje de Jesús a sus paisanos, hecho que según la ley islámica vigente en Irán les pudo (y les debió) costar la muerte, tanto por comunicar su fe como por haber renegado del Islam.

Es curioso porque dos meses (y recuerda lo de «dos meses») antes de ingresar en prisión en 2009 se sintieron incapaces de continuar comunicando el Evangelio como habían hecho durante los últimos años. Así lo explicó Maryam en una entrevista: «No podía dar ni siquiera un Nuevo Testamento a nadie. Sabíamos que algo iba a pasar, que iba a haber un cambio en nuestras vidas. Pensamos que quizá nuestra misión fuese a cambiar. No sabíamos que íbamos a ir a la cárcel. Después de ser liberadas escuchamos de boca de un policía de seguridad que nos habían estado vigilando durante dos meses antes de arrestarnos, pero no pudieron probar que estábamos repartiendo Biblias. Creemos que fue la protección de Dios«. Ésta fue, a mi manera de verlo, la señal o el «susurro» de Dios para, primero, hacerles confiar en que todo era parte de Su voluntad y, segundo, para ver su protección en el sentido de que si hubiesen tenido la misma pasión por repartir Biblias los dos meses anteriores a su arresto las pruebas contra ellas pudieron haberlas llevado a la pena de muerte.

Por si fuera poco, dentro de su deseo por que los suyos conocieran el mensaje que les había cambiado la vida a ellas, Maryam y Marziyeh siempre sintieron una especial compasión por las prostitutas, pero en Irán es muy difícil encontrar prostitutas en las calles, la gran mayoría están en la cárcel. Es triste que ocurriese así, pero el ingreso en prisión de las dos amigas supuso la esperanza para muchas de estas prostitutas. Y no solo para ellas, sino para muchos otros prisioneros y prisioneras que pudieron escuchar a través de ellas como la fe en Jesús les había cambiado la vida para bien. «Algunos dieron su corazón a Jesús y nos prometieron encontrar una Biblia cuando fuesen puestos en libertad, otros nos pedían orar por ellos«, dice Marziyeh. Incluso algunos de los prisioneros que en un principio las maltrataron y consideraron traidoras al final también acabaron acudiendo a ellas para pedirles oración. Y aquí puede que esté la clave: «No intentábamos enseñarles las reglas. Simplemente tratábamos de amarles«.

Para terminar y dar sentido a la reflexión del primer párrafo, me gustaría destacar otra de las frases de la entrevista, con algún inciso propio: «Antes de que nos encerraran pedíamos a Dios que nos mostrase a quien Él quisiera para hablar con esa gente -prueba de que Maryam y Marziyeh se «deleitaban en el Señor», pues buscaban a quien Él quisiera y no a quien ellas quisieran-. Pero el arresto y la prisión aumentaron esas oportunidades«. Petición concedida.

Dios me habló en forma de pez: La historia de Eric Metaxas

Si te hablo de una persona a la que Dios le habló en un sueño a través de un pez mientras pescaba sobre el hielo lo más probable es que pienses que esa persona hace tiempo que ha perdido la cabeza. Pero si te digo que se trata de un escritor intelectual, graduado en la universidad de Yale y autor Best seller del New York Times, puede que te haga pensar que el chiflado soy yo y que me lo estoy inventando. Desgraciadamente para tí, esto que te cuento es totalmente cierto y ese sueño del pez fue un momento clave en la vida de dicho autor: Eric Metaxas. Claro está que el sueño, a priori tan extraño y sin razón, se enmarca dentro de un contexto que ofrece mayor sentido para el que lo vivió.

Para empezar, será mejor que leas la versión de Metaxas sobre el sueño: «En el sueño estoy parado sobre el lago Candle Wood, en Danbury, Connecticut. Es invierno, estoy de pie sobre el hielo, pescando con mi amigo John y su padre, y es uno de esos gloriosos días de invierno donde el sol brilla, el cielo está increíblemente azul y hay nieve blanca y hielo. Ahí estamos y miro hacia abajo, al agujero en el que estamos pescando, y hay un pez sacando su boca por el agujero. Ahora bien, si tú pescas en el hielo sabes que eso nunca sucede… Y me agacho, lo recojo y lo levanto. Y en el sueño la luz del sol era tan brillante, y brilló en el costado del pez de manera que lo hizo parecer no de bronce, sino de oro, como si estuviera hecho de oro. Y luego, de repente, en el sueño me doy cuenta de que no parece oro, es realmente oro. Estoy sosteniendo un pez de oro vivo.»

«Dios me estaba hablando en el vocabulario secreto de mi corazón»

Eric Metaxas nació en Nueva York en el seno de una familia de inmigrantes. Su padre era griego y su madre alemana. De pequeño asistía con su familia a una iglesia tradicional griega, parte importante de la cultura griega, pero con poco que ofrecer respecto a la fe. En su entorno nadie hubiese imaginado que Eric acabaría estudiando en la Yale University (Connecticut), universidad privada de mucho prestigio, parte de la Ivy League, donde el ambiente secular que imperaba alrededor le influenció mucho en sus pensamientos sobre la vida. Después de Yale la vida se hizo difícil para Metaxas. Tras haber estudiado en una de las universidades más prestigiosas del mundo, Eric quería convertirse en escritor, poeta y humorista, pero al volver a Nueva York sus padres le presionaron para que encontrase un trabajo de lo que fuera, de manera que acabó aceptando ser corrector tipográfico en una empresa de productos químicos y polímeros. La vida se convirtió en un sinsentido para Metaxas. Ahí en ese trabajo Eric conoció a un compañero de profunda fe cristiana que le animaba constantemente a orar a Dios por su vida, cosa que en un principio le molestó, pero el mismo autor reconoce que en ese momento de decepción y dolor al final se atrevió a orar y rogar a Dios por una señal. Otro momento importante fue cuando este mismo compañero le dijo a Eric que en su iglesia estaban orando por su tío que acababa de sufrir un derrame cerebral, algo que le impresionó por la bondad del acto y por el hecho de que esa gente creyese en un Dios más allá de lo abstracto: «Me conmovió, no estaba convencido de que (Dios) fuera real, pero me conmovió el concepto», explica Metaxas. Su tío murio, pero la intriga por Dios en Metaxas ya era una realidad de la que se dio cuenta en el mismo funeral, cuando aceptó encantado leer los Salmos durante la ceremonia. Justo en esa época vino el sueño.

Esta es la interpretación del sueño según Metaxas y que no tiene desperdicio: «La manera en que veo el sueño, mirando en retrospectiva, es que Dios me estaba hablando a mí en lo que yo llamo el vocabulario secreto de mi corazón. Este sueño no habría significado nada a ningún otro. Hubiera sido algo muy extraño. Alrededor de los veinte años, después de la universidad, deduje finalmente lo que yo creía que era una respuesta adecuada al significado del universo. Se me ocurrió la idea de que […] hay un lago congelado y el hielo en el lago representa la mente consciente y el agua bajo el hielo representa la mente inconsciente, un inconsciente colectivo, eso es la teoría de Jung de Dios y esa especie de fuerza de Dios del Este. Por lo tanto, el objetivo de la vida y de todas las religiones es básicamente la misma, es taladrar a través del hielo, de la mente consciente, para llegar al inconsciente colectivo. […] Así que cuando tuve el sueño, obviamente, esto tuvo una resonancia increíble. Ahí estoy, sosteniendo el pez, y me doy cuenta de que en el sueño Dios me ha mostrado su superioridad con mi propio y simple sistema. En el sueño soy consciente, mirando al pez de oro como si fuera un cuento de hadas, de que Dios acaba de decirme, sin una sola palabra: ‘Eric, tú querías tocar agua, querías tocar el agua inerte, este incosciente colectivo, esta idea de una fuerza de Dios del Este…, pero tengo otra cosa para tí, tengo a mi hijo Jesucristo, el Hijo de Dios, tu salvador’. Esto era enorme. Recordé específicamente que cuando mirábamos a los peces en la parte posterior de los coches, las calcomanías, cuando comenzaron a aparecer en los años setenta, mi padre se emocionó diciéndome que esto es una palabra griega, que la palabra griega para pez es Ichthys y que eso es un acrónimo de ‘Iesous Christos, Theou Yios, Soter’: Jesucristo, Hijo de Dios, nuestro salvador. De ahí que los cristianos acogieran el símbolo del pez. Así que en el sueño supe instantáneamente que todo eso se unía, y me dejó alucinado. Fue trascendental.»

Al día siguiente, Eric Metaxas fue al trabajo y le explicó el sueño a su compañero de trabajo. Éste le preguntó sobre qué creía que significaba y Metaxas le respondió: «Significa que he aceptado a Jesús». «Nunca hubiera dicho estas palabras. Me molestaba decir estas palabras. De hecho, me molestaba si alguien más decía estas palabras. Me molestaba cuando la gente decía cosas como esa. Pero, ¿qué puedo decir? Fue absolutamente asombroso», explica Metaxas.

Los sueños. No es algo muy normal que Dios se te revele en sueños de una forma tan clara, pero hoy en día siguen existiendo casos parecidos al de Metaxas, sobre todo en regiones donde el mensaje de Jesús está más restringido. Al parecer, el mismo Dios que utilizó los sueños en las historias de José y Daniel en la Biblia, entre otros, sigue utilizando la misma táctica de vez en cuando para impactar las vidas no solo de los que tienen dichos sueños, sino también y especialmente de los que escuchan su testimonio, esto es, tú y yo. Eso sí, no esperes que Dios se te muestre a través de ningún sueño, primero porque esto solo es la excepción que confirma la regla, y segundo porque rara vez les ocurre esto a los que lo esperan. Así es Dios.

Fuente: I am Second

¡Tora, Tora, Tora!

Todo empezó en 1944 cuando a Jacob DeShazer le fue entregada una Biblia mientras luchaba por sobrevivir en un campo de prisioneros japonés. DeShazer era miembro del Bomb Group N.17 y fue uno de los ochenta partícipes de la operación Doolittle encargada de la venganza por el ataque japonés a Pearl Harbor donde más de dos mil norteamericanos murieron. Ese mismo día del ataque, dos años y seis meses antes de que DeShazer recibiera la Biblia en el campo de prisioneros, Mitsuo Fuchida, líder de las tropas aéreas del portaviones japonés Akagi, se dirigió desde el aire a los 182 aviones bajo su mando a grito de «¡Tora, tora, tora!», un mensaje encifrado que significaba el inicio del ataque sorpresa sobre la base estadounidense.

Me acuerdo cuando tenía once años y fui al cine con mi padre para ver Pearl Harbor. Sin duda, ha sido una de las películas que más me han impactado al verla proyectada sobre la gran pantalla. De entre todos los momentos de la película, para mí hay dos partes impresionantes que destacan claramente sobre el resto. La primera de ellas es cuando aparecen las escenas de los aviones militares japoneses sobrevolando los campos de la isla de Oahu (Hawai) mientras unos muchachos inocentes juegan al béisbol y amas de casa tienden la ropa tranquilamente, desconocedores de lo que está apunto de ocurrir; la segunda es la parte en que los aviones norteamericanos de la operación Doolittle, que venían de atacar sin éxito algunos puntos de Japón y sus islas, se quedan sin combustible y tienen que aterrizar de emergencia en las costas chinas ocupadas por Japón. Da la casualidad de que dos de los grandes protagonistas de estas escenas, Mitsuo Fuchida y Jacob DeShazer, son también los protagonistas de una historia de descubrimiento y cambio personal que bien podría llevarse a la gran pantalla y que no lo hará porque, de ser así, la película debería girar en torno a un ser demasiado controvertido para nuestros tiempos: Jesús.

Jacob DeShazer

Después de caer en tierra enemiga, 69 de los soldados de la operación Doolittle se pusieron a salvo en aldeas chinas y escaparon como mejor pudieron (se estima que los japoneses mataron a 250.00 civiles chinos por haber ayudado a escapar a los soldados americanos). Sin embargo, ocho de ellos fueron capturados por las milicias niponas. De estos ocho, tres fueron ejecutados y los otros cinco fueron hechos prisioneros y sometidos a hambre y tortura. Jacob DeShazer era uno de estos últimos. Pasó tres años y medio sobreviviendo en condiciones infrahumanas, pero nunca perdió la esperanza porque, de hecho, esta esperanza había llegado a él en medio de su tormento.

DeShazer pidió repetidas veces a los guardias de la cárcel que le consiguieran una Biblia, deseo que le fue concedido por unas pocas semanas en mayo de 1944. «Empecé impacientemente a leer sus páginas. Descubrí que Dios me había dado nuevos ojos espirituales y que cuando miraba a los oficiales y guardias enemigos que nos habían privado de comida y golpeado tan cruelmente, encontré que mi amargado odio por ellos cambió hacia una compasión amorosa. Me di cuenta de que estas personas no sabían nada acerca de mi Salvador y que si Cristo no está en el corazón, ser cruel es algo natural». Extraño escuchar estas palabras de alguien que, cuando conoció la noticia del bombardeo de Pearl Harbor, proclamó enfurecido «¡los japoneses van a tener que pagar por esto!». En agosto de 1945, con el fin de la guerra, DeShazer y sus compañeros fueron puestos finalmente en libertad.

Mitsuo Fuchida

Mitsuo Fuchida había sido uno de los pilotos con mayor destreza de todo Japón. No solo era hábil esquivando los disparos del enemigo, sino especialmente esquivando la muerte, algo que no cambió desde el ataque a Pearl Harbor. «De repente, fue como si una mano gigante se hubiera aplastado contra mi avión. Un enorme agujero apareció en la banda de babor. El mecanismo de dirección se dañó, pero, antes de regresar al portaviones, me las arreglé para dejar caer dos bombas en el USS Maryland», dijo Fuchida en una entrevista sobre el ataque a la flota americana. «Durante la guerra, me encaré a la muerte en tres ocasiones. En una estaba volando entre Formosa (ahora Taiwán) y China y fui informado de que estábamos perdidos y que solo nos quedaban diez minutos de combustible. Estábamos volando sobre el mar cuando se acabó el combustible y chocamos contra el agua cerca de un junco chino. En otra ocasión hice un aterrizaje de emergencia en la selva. Un tercer encuentro con la muerte fue durante la batalla de Midway. Después de aplicarme cirugía, fui puesto en una hamaca dentro del portaviones Akagi cuando éste fue atacado por aviones americanos. Ese lado del barco en el que estaba recostado fue volado por una bomba. Caí al oceáno y fui recogido por uno de los destructores«. Pero ahí no acaba la cosa. Mitsuo Fuchida estuvo en Hiroshima justo un día antes de que cayese la bomba atómica que mató a cerca de 100.000 personas residentes en la ciudad nipona.

Todos estos eventos quedarían guardados en el corazón de Fuchida. De los setenta oficiales presentes en el ataque a Pearl Harbor, él era el único superviviente. Además, después de la guerra se retiró a una granja en Japón y el contacto con la tierra y la naturaleza le hicieron preguntarse sobre Dios y el sentido de la vida. En octubre de 1948, en la estación de tren de Tokyo, Fuchida recibió un panfleto de parte de un americano que tenía como título «Fui prisionero de Japón». Era la historia de Jacob DeShazer y cómo su odio por los japoneses se había convertido en amor por medio de su fe en Jesús. Poco después empezó a interesarle lo que pudiese haber en ese libro que llamaban Biblia. Consiguió una y empezó a leer hasta que su corazón se paró en el pasaje de Lucas 23:34 cuando leyó a Jesús decir «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». «¡Éstas fueron las palabras de Jesus en la cruz mientras oraba por las personas que le estaban matando!», dijo Fuchida en la entrevista (enlace disponible abajo). En ese momento empezó a entender reacciones como la de DeShazer y otra historia que le habían contado de una mujer que trataba con amor a los prisioneros japoneses en Estados Unidos. Dice Fuchida que fue ese mismo día, al leer ese pequeño fragmento de la Biblia, que decidió convertirse en «seguidor de Jesús».

Algo más que un libro

Jacob DeShazer y Mitsuo Fuchida se conocieron personalmente en 1950 y compartieron a lo largo de los siguientes años muchas historias juntos, pues desde que sus vidas cambiaron los dos participaban de un mismo objetivo: dar a conocer el poder de transformación de Jesús. Quién lo hubiese dicho en diciembre de 1941, pero eso que algunos llaman destino y que yo llamo Dios logró transformar y unir al líder aéreo del ataque a Pearl Harbor y a uno de los partícipes en la operación Doolittle. Todo gracias a una simple Biblia que llegó a las manos de DeShazer un día de mayo de 1944. Y es que, como ya dijo el apóstol Pablo, «el evangelio de Cristo es el poder de Dios para salvación a todo aquel que cree» (Romanos 1:16). Pero, para mí, si hay un pasaje de la Biblia en el que mejor se define el poder que parece nunca desaparecer de la Palabra de Dios, éste se encuentra en el libro de Hebreos: «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos, y penetra hasta partir el alma y el espíritu, y las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hebreos 4:12).

Si quieres leer la historia de Mitsuo Fuchida contada por él mismo, haz click aquí

Fuentes: Christianity Today, New York Times, Decision Magazine, Jacobdeshazer.com