«La prisión puede terminar de destruir a un ser humano, pero también llegar a ser el semillero de un renacimiento». Así es como empieza el artículo dedicado al recluso José Emilio Suárez Trashorras, el suministrador de explosivos del 11-M, dentro de la serie dedicada por el periódico de mayor difusión en Asturias, La Nueva España, al 10 aniversario de los atentados. Una frase muy acertada y que nos podemos aplicar todos nosotros. Si bien el ejemplo de Trashorras no se puede extrapolar a otras personas, sí es cierto que todos vivimos en ciertos momentos de nuestras vidas en algún tipo de prisión personal que, como bien dice el autor del artículo, puede destruirnos o levantarnos. Depende de nuestra elección.
José Emilio Suárez Trashorras eligió levantarse, renacer, dar paso a una nueva vida. No le frenó el haber sido uno de los principales implicados en la matanza de 191 personas, ni el hecho de estar condenado a 34.715 años de cárcel por vender los explosivos (aunque no fuese consciente del uso que les iban a dar), ni tampoco su vida pasada de drogas, prostitutas y malas compañías en general. En un momento de su vida, en su celda de la cárcel cántabra de El Dueso, se encontró ante una puerta que decidió abrir y tras la que se encontró a Aquel que dijo: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos» (Lucas 4:18).
José Emilio decidió rendir su vida a Cristo hace ya algunos años. Según su testimonio de fe que publicó en una revista cristiana y que recoge un artículo de La Nueva España, a pesar de nacer en una familia católica practicante, el exminero asturiano siempre ignoró la importancia de Dios, Jesús y la Biblia. Siempre hasta que fue trasladado a la cárcel de El Dueso. Ahí empezó a asistir a las reuniones que organiza la Asociación Evangélica Nueva Vida, que se encarga del cuidado espiritual de los reclusos y desarrolla programas de reinserción social y laboral para los internos que terminan su tiempo en prisión.
«El primer día, un voluntario me habló y me dio su testimonio. Eso no se podía negar, no podía negar que la palabra de Dios había hecho efecto en una persona y había cambiado su vida, que a lo mejor se podía parecer bastante a la mía, también podía cambiar la mía. Empecé a escuchar y vi que nada de lo que me decían me podría hacer daño», dice Trashorras. A partir de ese día, su interés en Dios fue creciendo: «Empecé a escuchar la palabra, y a leer mi biblia, ilusionado, y vi que funcionaba porque empecé a pedirle cosas a Dios y me contestaba las cosas que le pedía». Suerte que Dios es más misericordioso que los jueces humanos y no se niega a ayudarnos si le pedimos ayuda, por mucho mal que hayamos causado.
Ahora, aunque sigue sintiendo «mucha pena y mucho dolor», José Emilio es capaz de hablar de paz: «Quería tranquilidad y la he tenido». Y lo más importante y fascinante es que no pierde la esperanza: «No conozco a muchos creyentes, pero los que conozco me dicen que Dios tiene un propósito para mí, y yo sé que lo tiene porque mi vida ha cambiado».
José Emilio es hoy en día uno de los pilares espirituales en la cárcel de El Dueso, y también intelectuales ya que ganó el segundo premio del concurso de relatos cortos «Ángel Guerra» de la Fundación Mapfre y el centro penitenciario de Salto del Negro (Las Palmas), con miembros del jurado como Maruja Torres. Aunque tiene asumido que pasará muchos años más en prisión, su reconocimiento de los hechos, su arrepentimiento y el haber pedido perdón a las víctimas, le han permitido obtener el segundo grado, que le permite una vida más normalizada dentro de la cárcel. Asimismo, en diez años tendrá la opción de cambiar de régimen, por lo que podría empezar a disfrutar de permisos de hasta 36 días por año.
Hablar desde la experiencia
Qué importante es escuchar hablar desde la experiencia. No fue lo que ha salvado a José Emilio, porque ese ha sido Jesús, pero sin duda, el haber escuchado a otras personas hablar de su experiencia en la fe ha sido una semilla importante para hacerle ver la posibilidad de un Dios que le ama a él y a todos y que desea que nos dirijamos por su camino: el camino marcado por la muerte y resurrección de Jesús. «Un voluntario me habló y me dio su testimonio, eso no se podía negar…». Exactamente eso que dice José Emilio es el corazón de este blog. La experiencia no se puede negar. Se puede debatir horas y horas sobre ideas filosóficas y teológicas, pero cuando alguien habla desde la experiencia no se puede debatir ni contraargumentar. Se puede pensar que esa persona esta loca, que su mente le ha jugado una mala pasada, pero no se puede negar que ha vivido lo que dice que ha vivido. Si decimos que Jesús ha transformado nuestras vidas, nos podrán tomar por locos, pero no podrán negar que nuestras vidas han cambiado desde el mismo momento en que empezamos a creer y conocer verdaderamente a Jesús.
Fuentes: La Nueva España, Protestante Digital.